Primer día, maleta preparada y mucha ilusión. La experiencia comenzaba. ¿Qué me depararía? ¿Sería fácil? ¿Se me daría bien? Todas estas preguntas se agolpaban y no se disiparon hasta que no llegue a Torquay, mi lugar de destino.
En el aeropuerto todo eran caras nuevas: estudiantes a los que cuidar, entretener y hacer de esto un viaje inolvidable; padres que dejaban ir a sus hijos para aprender y divertirse aunque con caras de preocupación. Teníamos entre manos una labor muy importante: no defraudar a nadie con nuestro trabajo y hacer de cualquier adversidad una anécdota.
La llegada a Torquay fue toda una sorpresa. Desde el momento en el que entré por la puerta de mi casa durante tres semanas me sentí como en casa. Y digo sorpresa porque ya había tenido experiencias con otras familias en Inglaterra pero ninguna se compara a esta. Era una más de la familia. Vivir con italianos, ingleses y, cómo no, con mi compañero de trabajo y, principalmente, amigo, Sergio. Toda una aventura, vaya.
Al día siguiente tocaba ir a la escuela, conocer el entorno en el que los estudiantes iban a tener clase y nosotros íbamos a compartir con los otros teamleaders ya que teníamos que acompañar a los estudiantes a la escuela todos los días. Llegamos y lo primero que miré fue el enorme campo de hierba que había en el colegio. Era inmenso. Aunque no tuve mucho tiempo de mirarlo ya que el primer día tocaba asegurar y revisar los horarios con las actividades, ajustarlos para coincidir con los grupos de otros países que nos juntábamos y procurar que los estudiantes también tuvieran relación con otros grupos. Una vez hecho esto ya nos habíamos quedado casi sin tiempo para más y tocaba comer e ir a conocer esta maravillosa ciudad. No era muy grande y recuerdo que yo me puse como una estudiante más ya que era la primera vez que iba a Torquay. A pesar de que digo que no es muy grande cuesta conocerla. Siempre descubres algún lugar nuevo cada día.
Y así transcurrieron los días. Levantarse, ir al colegio, comida, actividad con los estudiantes, ir a casa, cenar y luego actividad de por la noche con los estudiantes (noche que allí empieza a las 19/19:30). Dicho así parece una simple rutina y que hasta se podía hacer pesada pero esto no es para nada así. Cada actividad te unía más a los estudiantes; tanto que se me hace raro ahora llamarles estudiantes. Son nuestros chavales. Muchas risas compartidas, muchas cosas nuevas que probar, un entorno en el que ellos son ellos mismos, ver cómo van siendo más autónomos e independientes a la vez que responsables a lo largo en el que transcurre esta experiencia de verano. Mil anécdotas que contar, muchas nuevas amistades y refuerzo de aquellas que ya existían, convivencia y respeto.
Los fines de semana eran los más intensos. Días enteros con los chavales hasta que llegara la hora de cenar. Consistían principalmente en excursiones a otras ciudades cercanas como Exeter, Dartmoor and Plymouth o actividades como la visita al zoo o al Paintball. Por destacar el paintball en el que encuentras un ambiente de distensión en el que poder acercarte al grupo.
Ser teamleader te enseña a disfrutar viéndoles disfrutar. La satisfacción del trabajo bien hecho y el agradecimiento en cada sonrisa, abrazo o palabra es algo que no se puede describir, es algo que se tiene que vivir en una experiencia como esta. Si se presenta la oportunidad no dudes en aprovecharla. Yo no dudaría. Te vas con miles de preguntas y llegas con ganas de volver sin importar las inseguridades. Ganas de volver a meterte en un avión con veinte alumnos que vuelven siendo chavales con nombres que nunca olvidarás. Conocer gente, costumbres, lugares y, sobretodo, el idioma. Es una manera de practicar y aprender inglés ya que el ambiente en el que te encuentras es un entorno en el que tienes que ser capaz de comunicarte con todo tipo de gente de cualquier lugar (sobre todo con otros teamleaders que en mi caso eran alemanes aunque sé de otros años que pueden ser franceses, italianos y de muchos más lugares).
Así que acabo dando las gracias. A Sergio por pensar en mi como teamleader, a los padres de los chavales por confiar en nosotros, a las familias que allí nos esperan y que, en muchos casos son como nuestra segunda familia, y a los chavales porque sin ellos no sería posible todo este maravilloso y enriquecedor trabajo.
12 de Octubre de 2018,
Aida Fernández Jiménez